martes, 21 de agosto de 2012

And in the end, the love you take...

        Antes de ayer fue mi primer día de trabajo como enfermera. He empezado en una planta de cuidados paliativos de pacientes críticos de cáncer. ¿Que si es duro? Eso es incuestionable. Ahora bien, como ya comenté en una entrada anterior, de lo que más estoy ganando es en experiencia sobre la vida. Siempre me ha gustado observar a la gente: sus actos, conductas, lo que dicen, lo que no dicen, lo que dicen y luego dicen que no dicen, etc.

      Hoy comenzaré esta entrada a raíz de una anécdota (qué raro ¿eh? Ya está otra vez la yaya Tere). Pues bien; he entrado en una habitación para darle la medicación a una chica joven. Al entrar la he visto de pie, con sus gafas de oxígeno en los orificios nasales, sus goteros, tubos, parches antiálgicos... Y una preciosa sonrisa de oreja a oreja de la que emanaba alegría y sonaba risa. ¿El motivo? Estaba acompañada de su novio, quien la estaba animando a andar por la habitación como si fuera una pasarela en la cual ella debía lucir su pijama rosa de Dumbo. Yo, inevitablemente, también me he contagiado de esa risa: una de esas que salen desde muy adentro, desde lo que los románticos llamamos corazón, y que aun ha permanecido no pocos segundos después de salir de la habitación, mientras caminaba sola al control de enfermería y que aun ahora, tantas horas más tarde, resurge para esbozarse de nuevo en mi cara al recordarlo.

       Asimismo, también hay una pareja que me despierta una ternura infinita y una cierta "envidia". Los conozco desde hace tiempo, por mis pasadas prácticas, pero ahora él se está apagando defintivamente y si no lo ha hecho aun, es porque su mujer es el fuelle que aviva la llamita. Podría afirmar que con toda la carga que lleva este hombre, solo una cosa puede mantenerle aun con vida y es las ganas de no separarse del cariño y la compañía que ella le profesa. ¿Sabéis qué es no quitarle a alguien los ojos de encima? Yo lo he visto aquí. Es verlarle por las noches y sonreírle a cada segundo por las mañanas. ¡Aun no la he visto dormir más de una hora seguida y siempre tiene luz en la cara! Y la sabe reflejar.

        Por desgracia, también se ven casos que nada tienen que ver con los anteriores (menos, gracias a Dios) que también le ponen a uno vidriosos los ojos de vez en cuando pero no de emoción positiva precisamente. Os podéis imaginar... O no. Pero no seré yo quien juzgue públicamente tales conductas, aunque para mí es inevitable no hacerlo para mis adentros.

        De todos modos, cuando volvía ya en Valenbisi por la noche a casa reflexionando sobre el por qué de tales contrastes (sí, a veces soy un poco "Mourinha") me vino a la mente la siguiente frase de la canción The end de The Beatles: "and in the end, the love you take is equal to the love you make".

        "Al final, el amor que recibes es igual al amor que das". 

        Y, salvo excepciones, suele ser así ¿no? Normalmente uno recoge en la vida lo que siembra o viceversa, o es pagado con la misma moneda. Y si una persona que da en la medida de lo que tiene o puede no recibe algo parecido de la otra parte al final, es porque tampoco debía de estar recibiéndolo previamente... Entonces, en realidad, si te has estado exponiendo -voluntariamente- a un intercambio en que la balanza no estaba equilibrada sino inclinada vertiginosamente hacia la otra parte... Debes planteártelo. Igual el problema es que hay gente que no se da cuenta -o no quiere dársela- de eso durante el camino y cuando llega al final del trayecto entonces ya es tarde y quiere esa compañía que, o bien él/ella no brindó tampoco, o que realmente nunca tuvo y no contó con el coraje para terminar con una situación desagradable en pro de la búsqueda de ese cariño sin tener que mendigarlo. Porque cuando alguien está bien no necesita a nadie (aunque seguro que hay que gente que influye en ese estado de bienestar personal) o no al menos en el sentido estricto de la palabra "necesitar". Es cuando flojean nuestras fuerzas o el ánimo cuando nos damos cuenta de quién está verdaderamente a nuestro lado; a la altura de las circunstancias.

        Así que, una vez más, vuelvo a dar mi voto a esta fabulosa cita del amigo Mc Cartney. Porque realmente, al final el amor que recibimos es igual al amor que damos, y si ahora mismo no es así, entonces algo falla.

2 comentarios:

  1. solo dire que ...me encanta y me encantas :)

    ResponderEliminar
  2. ¿Eres un admirador secreto? Jajaja. Porque me has dicho que eres Elia que sino hubiera esperado flores esta noche =P Bonica!! Gracias por comentar :)

    ResponderEliminar