sábado, 23 de junio de 2012

A semifainals

Si el otro día el gol fue de los ojos más bonitos, hoy le ha tocado a la sonrisa: el bueno de Xavi ¡y por dos! Sí, España en semifinales, damas y caballeros; y nosotros, con ellos.

Como añadidura diré que hoy cumple 40 el grande entre los grandes: Zinedine Zidane (¡felicidades, Zizou!). He de reconocer que este hecho ligado a las imágenes de del Bosque hoy en el partido me ha despertado un poco de morriña; morriña del triángulo Zinedine - Raúl - Figo con el bueno de Vicente como seleccionador, sin dejar de lado a Íker -ni que decir tiene-, Roberto Carlos y Morientes. ¡Qué malacostumbrados nos tenían! Atentamente, una madridista ligeramente nostálgica.

Próxima cita: 27 de junio ¡VAMOS!

¡Felicidades, Grande! Pero frena, que antes que la 5ª va la 3ª (¡qué malo, Teresa!).
                                               


jueves, 21 de junio de 2012

Disfrute en estado puro, bruto, natural, volcánico ¡qué gozada!

¿Quién me iba a decir a mí que iba a disfrutar tantísimo anoche? ¡Ay! Si me llegan a decir que tanto, tanto, no me lo hubiera creído. Lo que empezaba como cena-y-pronto-a-casa se convirtió en un sarao' que pa' qué. Mis amigas y yo en la puerta de Akuarela y allí lejos un grupo de gitanos de los que ejercen de, vamos, y con todas las letras. Palmas, guitarra, acordes, rasgueos... Y, oh Dios mío, entonada la leyenda del tiempo de Camarón de la Isla. No pude por menos de acercarme, y preguntarle al artista -el sobrino no reconocido de Paquito de Lucía como mínimo- si se sabía alguna del disco de Calle Real, y más en concreto El romance de la luna, mi favorita. 
- "¡¿Cómo no!?"- y empezó a tocar, y yo... Si no me enamoré poco me faltó. A la guitarra le faltaba la cuarta cuerda (¡la cuarta!) pero la falta a penas se notaba. Yo no cabía en mí de gozo: palmas, cante jondo, bulerías, alegrías... Se creó una atmósfera tal... Así estuvimos mi amiga Mónica y yo un rato hasta que consideramos prudente bajar a La Tierra y volver con el grupo. El resto de la noche yo dividí mi atención en dos: un oído para mis amigas y el otro imagináoslo, soñando un idealizado amor gitano de novela con dejes de Últimas tardes con Teresa.

Pd. Yo siempre he andado con la broma (y entre broma y broma, la verdad asoma, dicen) de que cuando me case haré una boda gitana -con algunos cambios y matices, ni que decir tiene- ¿tendrá esto algo de verdad?

Pd2. Adjunto una canción que me entusiasma -subid los altavoces, es una obligación- y una foto, en fin, divertida.






miércoles, 13 de junio de 2012

Alguna anécdota sobre la vergüenza y algo de reflexión

Desde muy pequeña mi madre siempre me ha repetido lo siguiente cuando me daba reparo hacer alguna cosa por timidez: "Teresa, cariño, vergüenza es hacer cosas malas; vergüenza es robar, insultar, mentir, excluir, faltar al respeto. Vergüenza da no ayudar; es no ser honesto con aquellos que te quieren... Hacer tal cosa (llamémoslo h) o tal otra (b) no debe darte vergüenza". La verdad es que en mi lóbulo frontal (parte del cerebro en la cual se interiorizan las conductas aprendidas; lo siento chicos, cosas del oficio) esta enseñanza se ha grabado a fuego y si se me plantea una situación en que queriendo hacer algo puedo echarme para atrás solo por timidez, trato de tomármelo como un reto y, por lo general, consigo superarla. Está claro que hay situaciones que, de manera inherente, nos generan cierta vergüencilla, cosa que no considero negativa tampoco, mientras no te condicione o supere para dejar de hacer algo que te guste o que consideres debes hacer. Y claro está, no hay que confundir intentar vencer la vergüenza con convertirse en un desvergonzado; dos cosas relacionadas pero harto diferentes.

A mí desde pequeña siempre me ha gustado mucho cantar, y eso que cuando era chiquitilla lo hacía bastante, bastante mal. (Recalco la palabra bastante). Ahora, gracias a Dios, ya no tanto. Mi familia me recuerda de vez en cuando una anécdota (yo no la recuerdo, pero me la tengo que creer porque me dicen que lo han visto, o mejor, sufrido y escuchado). Un día me invitaron a un cumpleaños y todos los niños empezaron a entonar el "Cumpleaños feliz" con sus vocecillas. Yo por aquel entonces tenía una voz muy grave, según mis tías y mi madre -quienes, se supone, me quieren- de niña de El Exorcista (¿realmente me quieren?). Una niña pequeña, sonriente y preciosa (ni que decir tiene) como yo con voz de hombre de las cavernas ¿qué os parece? Contrastante seguro. Y no solo eso, a parte, también hacía más gallos que Kiriko, el del cuento de mis abuelos, pero todo se me perdonaba. Yo nunca fui consciente de hacerlo tan mal, si os soy sincera. ¿Y a santo de qué esta anécdota, pensaréis algunos? Bueno, supongo que siempre estuvieron ahí mis padres para apoyarme en mis ataquitos esporádicos de vergüenza por cantar a sabiendas de que aquello que hacía tan mal me encantaba (sabían que no era un caso perdido, si hubiese habido peligro de haber destruído a la humanidad con mis cánticos probablemente me hubiesen parado los pies, aunque, pensándolo bien, podría habérseles planteado como la futura solución contra la glaciación... Son dos formas diferentes de verlo, anyway, sigamos).

Pero bueno, que me estoy yendo por los cerros de Úbeda, volviendo al tema de la vergüenza como tal. Hoy he sentido vergüenza en el IVO; sí, y bastante. ¿Debería haberla sentido? No sé. La situación ha sido la siguiente: una paciente bastante débil a quien se le está pasando un gotero con la quimioterapia me pide un vaso de agua. Yo, diligente, se lo llevo y por el camino se me sale un zueco y ha faltado el canto de un duro para que el agua hubiese ido directa a su cara, como en una película. El traspié lo ha visto toda el hospital del día (sala donde se administra este tipo de medicación). He dado mil veces gracias porque dicha situación no se hubiese desenlazado como podría haber ocurrido. Bien es verdad que tampoco hubiese pasado nada "grave" en el total sentido de la palabra... Solo agua en la cara y yo con pokerface que dice Lady Gaga. No sé, el caso es que me he sentido como si protagonizase una película de Berlanga: mujer muy enferma, desganada y con dolor pide un vaso de agua a la enfermera y cuando esta se lo alcanza a punto está de rebautizar a la poco receptiva señora ante la atenta mirada del resto de pacientes, en una situación no muy diferente de la suya. Es como de humor negro ¿no? El payasito que te dice que te acerques y le tira al niño un chorro de agua a la cara con la florecilla de su uniforme multicolor y este se pone a llorar mientras el payaso se ríe. No tiene mucho que ver esta comparación, pero es la imagen que me acaba de venir a la cabeza en uno de esos días espesitos como hoy (rojos en "Desayuno con diamantes", como dije en otra entrada). En mi cara se ha esbozado una sonrisilla ácida ante tal situación, porque era un poco controvertida, no me digáis que no. Eso sí, el suspiro posterior a haber recuperado el equilibrio a tiempo ha sido tal que podría haber suministrado de O2 a la unidad entera de respiratorio del nuevo hospital La Fe.